Lo
que no soporto de las aspirinas es que se me metan en las papilas de la lengua, que
definitivamente es lo más lindo que tienen. La aspirina es invasiva porque te mira a los ojos. Pienso; me parece una falta de respeto, total, como cualquiera
que te miré a los ojos, aunque no parezca soy una mujer casada, tengo que
mantener un hogar, y aparte de ese, tengo que mantener otros dos más, y dejar
que me mantengan en cinco, que tampoco es simple dejarse mantener. Lo único que
uno espera del mundo es que, por lo menos, una aspirina lo respete, digo y
cuando digo “respete” es que le hable despacio, con una voz suave, y no con esa
voz blanca de ácido acetilsalicílico. Porque, aunque nos intenten mentir, la
aspirina es un nombresucho, un apodo. En el mundo siempre hay alguien, dedicado
y preciso, que le pone nombre a las cosas con un fundamento coherente, y todo
para qué, para que venga un cualquiera a ponerle otro nombre. Aspirina pero una
cosa es una cosa, una aspirina es una aspirina, un tenedor un tenedor, pero una
aspirina, no es una aspirina, una aspirina es una aspirina.
En
contraposición, lo que me gusta de las aspirinas es que son educadas, porque
tocan el timbre para entrar en la boca y esperan entre los dientes con apuro de
soldado y con las armas levantadas apuntando a la campanilla para intentar
prenderse fuerte en el viaje hacia el centro del estómago, desarmándose en
partículas pequeñamente enormes que tiran manotazos de kamikaze, rumbo a
ahogarse entre los jugos gástricos.
Aspirina,
te la pasas violentándome. Constantemente. Y vos me decís que no me hacés nada.
Eso también es un problema. No me hacés nada. Descarada, todavía me lo
recordás.
Pasás
de la nada a violentarme. Mirá cómo me mirás. ¿Te pensás que no me doy cuenta
lo que hacés? ¡Basta! Me estás mirando por encima de la frente, a la altura del
pelo. Me mirás el pelo, el peinado para descubrir si tengo algún lugar poco
poblado, y cuando lo encontrás te quedás ahí.
Claro,
seguro que te defendés diciendo que solo me miras, nada más. Pero: Vos no mirás
“nada más”, hacés un montón de cosas juntas mientras me mirás; vos me analizás,
te pensás mejor que yo. ¿No sabés el terror que tengo de quedarme pelado? Me
querés engañar, porque está en la naturaleza del hombre ser engañado, como está
en la de la aspirina ser infiel, ¡feliz coincidencia!
Si
amás algo, déjalo libre, déjalo volar; si vuelve a ti, es porque también te
ama. Excepto que sea un pájaro, o simplemente tenga alas.
Excepto
que tenga alas pero sea una toallita.
Hay
animales con alas que no vuelan.
Hay
animales con patas que no caminan.
No
quiero ser muy pelado, me banco un poco de entradas, pero solo un poco.
Hay
animales con cerebro, que no piensan.
Yo
tenía tres canarios de pequeño; Laura, Mariana y la otra, un día la jaula se
abrió y volaron, nunca más volvieron. ¿Quiere decir que nunca me amaron? No sé
sabe, como tampoco se sabe si existe un mundo paralelo donde si a las aspirinas
les duele algo, se toman un humano con agua. Tampoco sabemos si existe otro
mundo paralelo donde si un laxante está constipado, agarra un humano y…bueno,
no querrán saber por dónde se lo manda.