El dolor se atenúa, la sangre
se seca, los cuernos se olvidan, el amor pasa, el odio se va, la ira se apaga,
el hambre se sacia, la memoria se alimenta, las heridas cicatrizan y las
cicatrices adornan, la ropa se lava, se lava y se lava hasta que se deshilacha.
Los pelos se cortan, la risa se apaga, los bolsillos se llenan y luego se vacían
y luego se vuelven a llenar. Las uñas crecen, las penas se ahogan, el rímel se
corre, el pecho se hincha, el camino se marca, lo marcado es camino.
¿Pero el olvido? El olvido
quién sabe. El olvido es inabarcable. El olvido no existe, porque cuando
olvidaste, no recordás porque olvidaste ni tampoco qué olvidaste. Por definición, nadie sabe dónde se está lo perdido. Habitará lugares
oscuros. O lugares luminosos que nadie mira. Lugares que producen miedo, o
lugares que...
En cambio el asco no, el asco te
persigue, el asco no se olvida de vos, nunca. Vos podés olvidar al asco, hacer
alguna manganeta mental, algún mohín de neurona para que reirte un poco, pero sabés qué va a volver. El asco
siempre vuelve. Vos te podés olvidar del asco, pero el asco no se olvida de vos...